lunes, 18 de agosto de 2008

TESTIMONIO DE MAMIA SALEK ABDESSAMED

Ex Desaparecida politica Saharaui en las cárceles marroquíes


Ante todo, quiero agradecer a la organización la invitación que me han hecho para participar en esta jornada y dar mi testimonio sobre mi desaparición durante 16 años en las mazmorras secretas marroquíes.
Pertenezco a una familia saharaui víctima de la barbarie del régimen marroquí. Nuestro calvario comenzó en el momento en el que el ejército marroquí invade el territorio saharaui en 1975. A partir de ese momento, somos objetivo de los cuerpos de policía debido a que toda mi familia se resiste a la ocupación y nuestros hermanos forman parte de la dirección del Frente Polisario.
Nuestra tragedia empezó el 1 de marzo del 1976, cuando fue secuestrado mi padre, SALEK ABDESSAMED, por un grupo de la Gendarmería Real marroquí en la región de Tarfaya, lugar en el que se encontraba nuestra casa. Las semanas siguientes fueron de total desesperación y miedo, sin conocer el paradero de nuestro padre, un cheij, notable saharaui y un hombre muy respetado y conocido en todo el territorio.
A las dos semanas del secuestro de mi padre, otro grupo compuesto por policía judicial marroquí y DST (Dirección de la Seguridad Territorial), irrumpieron de nuevo en mi casa y nos apresaron a mi hermana FATMA y a mí junto con mi madre, BATUL SIDI.
Cuando nos metieron en los vehículos policiales procedieron a registrar nuestra casa destrozando todo lo que encontraban a su paso. Aterrorizadas y con vendas en los ojos, fuimos conducidas hasta la comisaría central de policía en la ciudad marroquí de Agadir en donde fuimos sometidas a interrogatorios y torturas de forma continuada, despojadas de nuestras ropas y sin recibir alimento alguno. Fue en esos momentos cuando pudimos percibir que nuestro padre también se encontraba allí, porque reconocimos su voz, junto a otros hombres y mujeres saharauis que rezaban y demandaban auxilio entre quejidos pidiendo que se les dejara ir al aseo.
En una ocasión nos sorprendieron a mi hermana y a mí hablando y nos pegaron hasta que decidieron aislarme en un rincón bajo una escalera del edificio de la comisaría. Ahí estuve durante un mes durmiendo sobre un cartón. Por ese entonces yo tenía 14 años de edad.
El 15 de abril siguiente, fuimos trasladadas en condiciones infrahumanas a la cárcel de Adgez junto a otros detenidos, en la región de Ouarzazate, al sureste de Marrakech. Permanecimos encarceladas unos cinco años en esa fortificación custodiada por una compañía de fuerzas auxiliares y viviendo todo tipo de atrocidades, recibiendo palizas, porrazos, patadas, sobre todo a la hora de repartir la comida y en el corredor hacia los aseos.
En esa cárcel éramos más de 130 saharauis entre hombres y mujeres, distribuidos en celdas colectivas. En una celda éramos unas 12 mujeres.
Debido a las torturas, la poca higiene y la escasa alimentación, un poco de sémola de trigo o algunos garbanzos flotando en agua y en platos oxidados, muchos de nosotros comenzamos a sufrir enfermedades graves. No teníamos mantas, ni ropa, sin asistencia médica y no nos dejaban ir al baño. Nos mantenían bajo llave en celdas oscuras sin luz eléctrica.
Durante años permanecimos con la misma ropa que llevábamos puesta en el momento de nuestro secuestro.
Esta situación ocasionó que los presos comenzaran a caer enfermos de tuberculosis, anemias, diarreas, enfermedades digestivas, reumatismos, hemorroides, pérdidas de peso importantes hasta el punto de que los presos no podían caminar…
Mi madre, BATUL SIDI, no pudo resistir más y murió el día 17 de junio de 1977 a consecuencia de las torturas sufridas y las duras condiciones del encarcelamiento, sin recibir auxilio alguno, ni tratamiento. Dejaron su cuerpo toda la noche en la misma celda que nosotras. El mismo destino lo conocieron otros 27 presos saharauis más, que murieron y fueron enterrados en fosas comunes desconocidas.
A raíz de las acciones del ejército saharaui en el sureste de Marruecos y por temor a esas incursiones, fuimos trasladados, en una noche de octubre de 1980, de forma sorpresiva, a otra cárcel que se encuentra más al norte llamada Kalaat Maguna, en la misma región de Ourzazat. Ahí continuaron los malos tratos por lo que algunos presos se encontraban en una situación de extrema gravedad. En esa cárcel, el número de saharauis sobrepasaba los 300 presos.
Mi padre, SALEK ABDESSAMED, murió el día 27 de mayo de 1983, debido a las torturas y las enfermedades. Unas horas antes de su muerte, nos dijeron que si queríamos verlo no podíamos ni llorar, ni gritar, accedimos con tal de poder verle de nuevo, así que lo trasladaron entre dos soldados en una manta y permanecimos con él diez minutos. Ese mismo día murió. A lo largo de los diez años y medio que permanecimos en esa cárcel, la de Kalaat Mguna, murieron otros 14 presos saharauis, incluido mi padre.
En el año 1989 fui operada de hemorroides y al año siguiente de la vesícula, en unas condiciones sanitarias lamentables, permaneciendo atada de un pie a la cama bajo una manta y con un guardián que se hacía pasar por ATS en la puerta de la habitación y sin recibir tratamiento analgésico, ni antibiótico.
Nuestra historia no puede ser resumida en unas cuantas horas, se trata de casi 16 años de sometimiento a una situación infernal. He presenciado la muerte de mis padres y el final de una vida para comenzar otra llena de sufrimiento y dolor perpetuo. Después y durante esta terrible etapa que habíamos vivido, mi moral se encontraba totalmente deshecha.
Nuestro secuestro y detención, fueron efectuados arbitrariamente, sin ser culpables de nada, por el simple hecho de ser una familia saharaui que se oponía a la invasión.
Durante el tiempo que estuve presa, lo mismo en Agadir que en Agdez, o Kalaat Mguna, fui torturada diariamente, al igual que mi hermana y el resto de los saharauis. Cualquier ocasión era buena para pegarme, insultarme y humillarme, maltratarme con brutalidad, lo mismo de día que de noche.
De estas cárceles secretas no se sabía nada en el exterior. Los mismos soldados de la compañía que custodiaban la cárcel, eran investigados y amenazados con desaparecer si daban alguna información que pudiera delatar la ubicación de los presos políticos saharauis.
Nuestros familiares en los Territorios Ocupados o en los Campamentos de Refugiados, nunca supieron nada de nosotros hasta el día que fuimos puestas en libertad, el 26 de junio de 1991, gracias a la presión Internacional ejercida por el Frente Polisario, Amnistía Internacional y Cruz Roja.
Al salir de la cárcel, mi hermana y yo fuimos objeto de persecución continua y control policial, recibiendo visitas y citaciones con la única finalidad de insultarnos y amenazarnos con devolvernos a las mismas mazmorras. Continuamente éramos perseguidas, acosadas y amenazadas en nuestra integridad física y moral. Fue por ello que un día decidimos abandonar el territorio y lanzarnos a las olas del océano pagando un dinero al patrón de una patera marroquí que pertenecía a las mafias de inmigración. A pesar de lo duro del viaje, pensando que podíamos morir ahogadas en cualquier momento, tuvimos suerte y llegamos a las Islas Canarias el día 25 de octubre de 1999, donde solicitamos refugio y asilo político que nos fue concedido el 21 de diciembre de 2000.
Desde ese momento estamos denunciando ante la opinión pública, las barbaridades que hemos sufrido y el genocidio que vivió el pueblo saharaui en general y sobre todo, la población que se encuentra bajo la ocupación del régimen marroquí.
Hoy en día, son más de 500 los desaparecidos saharauis y las violaciones de Derechos Humanos sigue siendo la práctica diaria contra los jóvenes de la Intifada. Desde mayo de 2005, miles de personas, en su mayoría mujeres y jóvenes son torturados en las ciudades saharauis ocupadas, en el sur de Marruecos y en las universidades. Centenares de activistas de DD.HH. son sometidos a juicios sumarios con acusaciones policiales falsas e infundadas. Ha habido dos muertos y muchas personas han quedado con secuelas físicas graves de por vida, como fracturas, pérdida de algún ojo e incluso, parálisis total.
El territorio saharaui bajo ocupación marroquí sufre un bloqueo sistemático ante las delegaciones políticas, ONGs, instituciones de DD.HH. y observadores internacionales.
El despliegue policial es permanente y la represión es el método empleado diariamente por parte del régimen marroquí contra los manifestantes pacíficos saharauis que exigen su derecho a la autodeterminación e independencia acorde con la legalidad internacional.
Quisiera terminar diciendo que el calvario que he conocido junto a mi familia es un ejemplo de la atrocidad y el atropello a los derechos elementales por parte de régimen invasor marroquí hecho que ha sufrido todo el pueblo saharaui.
La querella interpuesta ante la audiencia nacional en Madrid contra los altos mandos y oficiales marroquíes por el genocidio practicado contra nuestro pueblo, es una prueba que evidencia la dimensión de las prácticas genocidas perpetradas durante estos 33 años. Mi hermana FATMA y yo hemos sido requeridas para prestar próximamente, nuestro testimonio ante el juez Baltasar Garzón.
Gracias a todos por su presencia y por la atención que han prestado.
San Sebastián de la Gomera, Islas Canarias 31 de julio de 2008

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